Nuestro primer conflicto de convivencia

El optimismo es la fe que conduce al éxito. Hellen Keller.
Hoy hemos afrontado nuestro primer conflicto de convivencia grave. Ayer un alumno faltó al respeto reiteradamente a varios profesores en tres episodios distintos, adoptó una actitud chulesca con uno de ellos, se negó a  dialogar con nosotros y a darnos el teléfono de su madre o o de su padre mientras nos acusaba de no saber más que expulsar alumnos. Teniendo en cuenta que hasta no hemos expulsado a ningún alumno del centro es fácil adivinar qué trayectoria tiene este chico, que cursó 1ºESO el año pasado  en otro instituto de la zona y repite este año con nosotros.
Después de intentar localizar a la madre durante toda la tarde y de recibir una llamada sobre las 22:00h. que me colgaron justo al decir "Buenas noches" recién cogida la llamada, hoy cabía esperar lo peor del comienzo de la mañana.
Pero cada día depara nuevas sorpresas; nos vamos a acostumbrando a que los guiones casi nunca se respetan en el devenir de los acontecimientos matutinos. Nada más llegar al centro me dirigí al alumno, le pedí que me acompañara e inmediatamente fue obvio que su actitud había cambiado. Su única preocupación era si iba a ser expulsado. 
Después de propiciar una reflexión sobre lo que había pasado en la que se mostró como una persona completamente distinta a la de ayer, le pedí que esperara fuera mientras terminaba la hora y la Jefa de Estudios salía de clase. Intentamos tomar todas las decisiones que podemos en equipo; aunque no siempre es fácil.
Después de valorar muchas circunstancias y factores hemos acordado ofrecerle a nuestro alumno dos opciones: ser expulsado tres días o bien disculparse en público y comprometerse ante cada uno de los tres grupos 1ºA, 1ºB y 1ºC a no participar en ninguna agresión, pelea o conflicto de convivencia de ningún tipo. Además será el responsable de supervisar que las cajas de reciclaje para papel que hay en cada aula, sólo contienen papel.
Ha elegido tan rápidamente la segunda opción, que le hemos ofrecido la posibilidad de pensárselo con más tiempo para que tome la decisión con más calma y más convicción; ha reiterado que lo tenía claro y entonces hemos entrado en el primer grupo. No ha sido fácil para él; realmente no ha sido fácil para nadie. Pero la recompensa mayor la ha conseguido de inmediato; la hemos conseguido todos. Cuando ha terminado su breve intervención frente a sus compañeros le hemos pedido a todos ayuda para este chico; no le va a resultar fácil corregir una trayectoria plagada de expulsiones durante la que ha consolidado un rol de rebelde frente a la autoridad que despierta simpatías entre muchos. Y cuando hemos preguntado a todo el grupo si estaban dispuestos a darle un voto de confianza la respuesta unánime y casi a coro es posible que sea una de las mayores gratificaciones que haya recibido en la escuela en mucho tiempo; su cara lo decía todo. Esperemos que no sea un actor profesional.
Esta situación se ha repetido en los dos grupos restantes y al salir del centro hemos tenido la impresión de que había merecido la pena apostar de nuevo por la confianza en el alumnado. El tiempo dirá si nos hemos equivocado; esperamos que todas las familias compartan nuestra apuesta, una vez más.
Nunca pensé que me iba a alegrar tanto de que me faltaran abiertamente al respeto; esta profesión no deja de enseñarte cosas.


Comentarios

  1. Como se suele decir, la esperanza es lo último que se pierde. Estoy totalmente de acuerdo con este tipo de medidas disciplinarias, ya que la expulsión del centro, en la mayoría de los casos, en vez de ser un castigo para el alumno, pasa a serlo para los padres, que al no poder cambiar la jornada laboral, se ven incapacitados de ejercer la autoridad y disciplina que requiere esa circunstancia.
    Espero que ese alumno corrija su actitud, principalmente por su bien, y si fuese mi hijo, estaría abochornado por su comportamiento y satisfecho del trato que se le ha dispensado.

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